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Del anuncio energético de Jimmy al tecnócrata franquista de ‘El País’

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1. He decidido tomarme el otoño en serio y leer los Pensamientos de Pascal, en la magna edición de Albiac (Tecnos). Pascal es el anti-Montaigne, el anti-Nietzsche, pero es ídolo de otros de mis ídolos: Cioran, Bernhard… Por ahora me ha llamado la atención algo del prólogo: un ejemplo de las consecuencias físicas de las ideas, que no se quedan en el gabinete del filósofo. Después de que Descartes decretara que los animales son máquinas, refiere otro autor del siglo XVII, «nadie daba ya importancia al hecho de golpear a un perro; con la mayor indiferencia se le asestaban fuertes bastonazos, bromeando acerca de quienes compadecían a tales bestias como si estas hubieran sentido verdadero dolor. Se decía que eran relojes; que aquellos gritos que lanzaban al ser golpeados no eran sino el ruido de un pequeño resorte que había sido puesto en marcha, pero que en modo alguno había en ello sentimiento».

2. Más adelante descubro que la España de la época de los romanos era como los Estados Unidos de Charlton Heston, dominada por la mentalidad de la Asociación Nacional del Rifle, y eso que aún no había rifles. Es por esta cita del historiador Tito Livio que viene en la nota a un pensamiento de Pascal: «Habiendo acordado el cónsul Catón para asegurarse de ciertas ciudades de España que sus habitantes no portaran armas, muchos de ellos se mataron. Feroz nación que no comprende la vida sin llevar armas».

3. Hace dos Montanoscopias hablé del pique entre Azúa y Marías sobre quién fue el primero que escribió sobre Bernhard en España. Azúa aportaba un artículo del 6 de mayo de 1978 y Marías otro del 18 de junio del mismo año, el de la publicación de Trastorno en español; pero indicaba que existía uno suyo anterior, con Bernhard aún inédito, en la revista médica Jano. Intenté encontrarlo, sin resultado. Lo ha conseguido el gran Sergio Campos, que como quien no quiere la cosa me lo manda en pdf por mail. Es de noviembre de 1977. El joven Marías se lo presenta a los médicos «en virtud de la curiosidad que su mundo puede despertar entre la profesión médica».

4. La curiosa memoria hace que, en la muerte de Jimmy Giménez-Arnau, me acuerde de su anuncio radiofónico de Revital. Los publicitarios hicieron una operación poética con él, de transposición imaginativa. Como su nombre se asociaba a la coca por las noticias, los publicitarios solo necesitaron ponerlo a él para que el complemento energético adquiriese poderes especiales en la cabeza de los oyentes. «Rrrrrrrrevital», decía la voz de Jimmy, indudablemente energética.

5. En la barca de Caronte, junto a Giménez-Arnau, Luis Ortiz, Schilaci y el poeta Ángel García López, se ha subido Cristóbal Ruiz, «the first of the gang to die». Le habría hecho gracia. Ha muerto a la edad de Bernhard, 58. Nos fuimos juntos a Madrid con 19 y allí se quedó él hasta el final, reinando en Lavapiés tras unos cursos en el Johnny. Solo ha regresado a su Mijas natal ya cadáver, como un señor. El primer libro que nos compramos en la cuesta de Moyano fue El aciago demiurgo de Cioran. En el tren de ida, que duraba toda la noche, se leyó La náusea de Sartre. Ganó el Goya por el guión adaptado de un Mortadelo. Pero sobre todo escribió novelas. No sé cuántas en el cajón (algún día saldrán) y tres publicadas: El loco Wonder, El Arcángel (La Canción del Hijoputa) y Hola, Melón (El Grifo del Rompeolas). La primera en Espasa y las otras dos en Eda Libros, la editorial de mi amigo Paco Torres. Este me ha dicho que Cristóbal había empezado otra novela, de título bellísimo si estuviera acabada y más bellísimo aún estando inacabada: Los irses de las tardes.     


6. Claudi Pérez, periodista de El País: «Es raro el nivel de ruido de este país, con el PIB creciendo al 3% y el paro al nivel de 2008. Con el procés apagado. Con ese peso en Europa. Llegarán peores cartas: en un tiempo eterno, todas las profecías acaban por cumplirse. Pero es inaudito este estado de excepción permanente». Es un puro argumento de tecnócrata franquista, durante el desarrollismo.


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